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Cristales, envoltorios, colillas, metales, plásticos, latas, bastones de esquí, vasos… acudimos a la convocatoria de la marca Lafuma para formar parte de la Operación Montaña Responsable, que desde hace doce años cita a montañeros de todo el mundo para limpiar de residuos las montañas que rodean la capital mundial del alpinismo.

“¡Pero si está más limpio que mi cuarto!”, exclama una compañera tras diez minutos de batida. Estamos en Brevent, intuyendo frente a nosotros los poderosos glaciares de Bossons, que se resisten a mostrarse entre las abundantes nubes que cubren Chamonix. Pero no hemos venido por las vistas, sino a por la basura. A pesar de las condiciones invernales en pleno mes de septiembre- cielos cubiertos y diez grados de temperatura- un total de 150 personas nos reunimos para la ocasión, provenientes de Francia, Bélgica, España, Eslovaquia, Italia y Alemania. Armados de guantes de jardinería y bolsas de basura, nos dividimos en cuatro grupos para batir cuatro itinerarios en cuatro zonas distintas del macizo, incluyendo el glaciar del Mar de Hielo. Y os adelanto un dato: al final del día se pesaron tres toneladas de residuos recogidos. Tres toneladas. Tres.

La mañana comienza casi al alba por un Chamonix que parece apurar el final de la temporada de verano. Dos telecabinas nos introducen en el reino de las nubes, donde aprovecho para platicar con Vincent Patissier, guía de montaña y cofundador de la asociación Mountain Riders, colaboradora del evento. “El cambio climático está alterando muchas cosas en Chamonix. Se puede decir que las temperaturas son anormales en cualquier época del año”. Un organizador nos muestra fotografías de glaciares del Macizo del Mont Blanc sacadas a finales del siglo XIX y los mismos planos con fotos actuales. El contraste es descorazonador.

“La situación es dramática, todos los días en verano se desprende hielo” -me comenta Vincent- “pero el gran problema ya no son ni siquiera los glaciares, ahora es el permafrost el que se está derritiendo, lo que provoca grandes cambios en la morfología de las montañas y hace más peligroso el montañismo. Muchas rutas clásicas ya no se pueden hacer, se han vuelto más peligrosas; hay más derrumbamientos, avalanchas en invierno…”. Los cerca de doscientos científicos realizando estudios y pruebas en la zona de Chamonix confirman que la zona es un auténtico laboratorio para estudiar los efectos del Cambio Climático. Aunque un servidor piense que probablemente el tiempo de los estudios e informes ya pasó… “Hagamos como los islandeses, despidámonos de los glaciares, enterrémoslos con honor”, les digo a mis compañeros.

Frente al desolador panorama medioambiental que nos rodea, el espíritu colaborativo y altruista de la gente que formamos el equipo es reconfortante

PEQUEÑAS ACCIONES, GRANDES CAMBIOS

Frente al desolador panorama medioambiental que nos rodea,el espíritu colaborativo y altruista de la gente que formamos el grupo es reconfortante. Un colectivo de voluntarios, con mayoría de mujeres y una media de edad bastante joven, se mueven con agilidad por el rocoso terreno que rodea la pista de esquí que descendemos. Por lo que me cuentan, muchos de ellos son habituales en acciones medioambientales similares en playas o ríos, y algunos incluso llevan más allá su activismo organizando acciones reivindicativas en sus lugares de origen. Pero no faltan tampoco los que sencillamente madrugan un sábado para colaborar limpiando el monte. Como Mathieu Dumas, que junto a cuatro amigos han hecho dos horas de coche desde Grenoble para colaborar. “Sentimos que es importante cuidar nuestras montañas, devolver parte de lo que nos dan”, me dice mientras caminamos. Y lo corrobora que hayan madrugado un sábado para gastar tiempo, dinero y esfuerzo en ello. “Me gusta hacerlo, me siento bien, feliz de colaborar”, me dice antes de que le inmortalice mostrándome la basura que lleva recogida en lo que va de día. Comparado con la que he recogido yo, me gana por goleada; y empiezo a temer que al final de la jornada mi bolsa de basura sea paradójicamente el mayor desecho del día… “Hay que educar el ojo, la basura no es tan evidente, pero si se remueven las rocas se va encontrando”, me aconseja Mathieu, y al poco tiempo de hacerle caso comprueba que es cierto.

Así que me salgo de la pista y me adentro en terreno rocoso y húmedo por el abundante rocío que empapa mis botas. Colilla por allí, lata por allá, mi bolsa va poco a poco cogiendo volumen. Nos cruzamos con algún que otro senderista solitario y algunas parejas de escaladores buscando emociones en las escuelas de la zona. “En Chamonix hay todo tipo de perfiles, pero básicamente se juntan dos que ensucian de manera distinta: los turistas, que ensucian más, y los montañeros, que lo hacen menos, pero también lo hacen”, me comenta Vincent. ¿Y dentro de los montañeros, hay distintos perfiles?, le pregunto. “Personalmente creo que los esquiadores y alpinistas tienen un perfil más sucio que los senderistas” me contesta, y ante mi cara de sorpresa añade: “deberías ver la cantidad de basura que se acumula en los alrededores del refugio Vallot… o la cantidad de colillas que se acumulan bajo las líneas de los telesillas”.

¿Sabéis que una botella de plástico tarda 500 años en degradarse? ¿Que se han llegado a recoger ¡30 mil! colillas debajo de un telesilla?

Las nubes danzan y nos permiten la gloria de admirar el efímero espectáculo de agujas rocosas y hielo que caracterizan las catedralicias montañas de Chamonix. La pista serpentea entre la niebla, y nuestro guía aprovecha para darnos explicaciones geológicas, deportivas y medioambientales. ¿Sabéis que una botella de plástico tarda 500 años en degradarse? ¿Que se han llegado a recoger ¡30 mil! colillas debajo de un telesilla? En una pausa del día logro charlar con Phillipe Dilloard, un carnicero jubilado de Chamonix que lleva 35 años liderando las acciones de recogida de residuos. “Desde el año 1976 el Ayuntamiento y los ciudadanos de Chamonix nos hemos dicho que era necesario comenzar a limpiar más allá de nuestras casas y calles. Comenzamos con las partes bajas del valle y continuamos poco a poco cogiendo altura año tras año. Yo participé desde entonces, y más o menos desde los años 90 he dirigido las operaciones de limpieza”, me comenta. ¿Qué es lo que más le ha sorprendido este año? “Pues más que los residuos recogidos, que es algo a lo que ya estoy acostumbrado, este año estamos estupefactos por haber comprobado que a 2.200 metros la erosión del hielo es de 130 cm ¡a la semana! Cristal, envoltorios, colillas, metales, plásticos, latas, bastones de esquí, vasos…

Pero ¿qué es lo más raro que te has encontrado en estos veinte años? “Una docena de ostras. Gente que hace el itinerario de la Vallé Blanche en esquíes, se llevan unas ostras y vino blanco y dejan las conchas allí tiradas.” Está bien recoger basura, pero mejor sería no producirla… le comento. “Creo que lo que tenemos que ser conscientes es de que la iniciativa debe aer por parte de los ciudadanos, no esperar a que las autoridades tomen cartas en el asunto. Las autoridades lo harán cuando comprueben que los ciudadanos ya lo están haciendo. Aquí ahora ya trabajamos bien conjuntamente”. Ya de vuelta en Chamonix, separamos los residuos en distintos montones cerca del Eco-Village en el que distintas asociaciones y empresas muestran sus iniciativas al público. Y aunque el plástico gana por goleada, impresionan las cantidades acumuladas de los demás residuos. Tanto, que mucha gente no puede evitar mirar de reojo o detenerse a preguntar de dónde proviene tanta basura. Algunos voluntarios lo explican, y cuando veo a un grupo de niños atender a las explicaciones pienso en que quizás la clave sea confiar en que sean los niños los que rompan el endiablado círculo de consumo del que somos parte para que en el futuro estas acciones no sean necesarias. Y ya sabéis: lo que nos llevamos a la montaña, que vuelva con nosotros.

Fuente: Revista Oxígeno (leer más…)

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