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Atlántico Sur (54º 06’ S. – 37º08’ O.), domingo 9 de octubre.

Campo Base Flotante Bahía Possession.

Por fin llegamos a las Islas Georgias del Sur y fondeamos, aunque aún no podremos desembarcar por culpa del mal tiempo reinante. Según Ezequiel, nuestro capitán, las condiciones de navegación hasta ahora han sido favorables, y hemos invertido un día menos de lo estimado para navegar las 750 millas náuticas que nos separan de Las Malvinas. Hasta aquí nos empujaron vientos de entre 20 y 30 nudos que nos han permitido una velocidad media de desplazamiento de en torno a 6 nudos sobre el fondo del océano. Sin embargo, estas mismas condiciones nos impiden llegar a tierra con seguridad.

Así que un nuevo contratiempo vuelve a restar días a nuestro preciado y apretado calendario. Después de seis jornadas de agitada travesía confinados en el barco y de la espera en las Islas Malvinas, me muero de ganas por saltar a tierra y vivir una nueva experiencia. Ya lo tenemos todo listo y estamos preparados para empezar la travesía de Shackleton ahora mismo. Sin embargo, hace años aprendí que en las grandes aventuras el arte de sobrevivir está estrechamente relacionado con la visión de conjunto y con olvidarse de la codicia de uno mismo. Así que aunque quiero y puedo, no es el momento, y hasta que esas tres cuestiones vitales no se respondan afirmativamente, no nos adentraremos en los hielos de las Islas Georgias. Además de por mi propia integridad, lo hago por mis compañeros, pues soy el que más experiencia tiene en montaña y me tocará liderar en tierra.

Nuestra idea original era acceder a la isla por el oeste, para desembarcar en la Bahía del Rey Haakon y desde ahí comenzar la travesía, pero lamentablemente el viernes la meteorología empeoró significativamente y las previsiones indican la entrada de una profunda borrasca para los próximos días. A medida que nos hemos ido acercando a la isla las olas han incrementado su onda, hasta superar los tres metros entre la cresta y el valle. Ahora el viento sopla racheado, la temperatura del aire ha bajado hasta los 5ºC y el agua del mar a 2ºC. Con estas condiciones y ante la inminente llegada de la tormenta es muy arriesgado acceder por el noroeste, pues además tendríamos viento de popa y con estas condiciones podríamos dañar el barco.

Así que por seguridad hemos decidido cambiar nuestro plan original y buscar refugio en la costa noreste, menos expuesta a los vientos dominantes, más recortada y con más abrigos naturales. Desde ayer sábado estamos fondeados en nuestro  articular campo base flotante, que se me antoja llamar C.B. Possession, como el topónimo de la bahía que nos dará protección hasta que el tiempo mejore.

Después de diez días la vida en el barco adquiere su propia cotidianeidad; mantener rutinas y horarios es importante, por el orden y por los ánimos, así como unas mínimas normas: luces, ruidos, turnos de guardia, limpieza, etc. Hasta ahora la convivencia está siendo exquisita y salvo los imprevistos ajenos a nuestra voluntad, vamos cumpliendo nuestros propósitos. En la mayoría de estos grandes viajes a lugares recónditos e inhóspitos suelen ocurrir imponderables que quedan muy lejos de nuestro control; es precisamente en estas situaciones cuando hay que aprender a creer en lo increíble y al mismo tiempo armarse de paciencia y aceptación.

Sabía que me dirigía a uno de los lugares más expuestos y comprometidos de los confines de la Tierra y ahora que estoy aquí, no puedo ocultar que estoy tan ilusionado como sobrecogido por las condiciones que nos vamos encontrando. Se me encoge el alma al pensar que estos territorios fueron el escenario de los últimos capítulos de la exploración clásica. Pienso en Shackleton, Scoot, Wild, Amundsen y tantos otros e intento ponerme en su piel y en sus corazones: mi admiración hacia ellos aumenta  más si cabe.

Ahora toca seguir esperando…

Juan Diego Amador.

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