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Atlántico Sur – Islas Georgias, martes 17 de octubre.
Campamento Fortaleza (54º 09’ 40’’S. – 37º 04’ 50’’O.) y Campamento Esperanza 54º 09’ 30’’ S. – 37º 02’ 25’’O.)
Crónica 7, Sobre hielo (4 de 6)
A este viaje vinimos un grupo de compañeros montañeros, pero por cuestiones que ahora no vienen a cuento, soy el que más experiencia tiene y aunque no vengo trabajando como guía de montaña, me ha tocado liderar. Después de muchos años de expediciones y dando formación, estas han sido las peores condiciones en las que me he tenido que cuidar a un grupo y gestionar responsablemente una situación de mucho riesgo y exposición. Un líder es alguien en que los demás depositan su confianza, y en este caso sus vidas, que es nuestro tesoro más preciado. En estas circunstancias, aunque también tengo miedo y el corazón encogido, me toca tirar el grupo y seguir adelante.
Luego vinieron tres de las horas más amargas que he vivido en montaña. A los quince minutos de empezar a andar, con todo recogido, el maldito viento hizo presencia de nuevo. Primero una ligera brisa que a los pocos minutos se convirtieron en rachas de entorno a 50km/h. En ese momento valoré la posibilidad de volver al agujero, pero sabía que debíamos seguir ganando terreno a la ruta para salir de esa ratonera lo antes posible. En el mapa había visto un resalte rocoso en torno a tres kilómetros hacia el este.
Las rachas eran tan intensas que no podíamos caminar erguidos. Nos doblábamos sobre nosotros mismos para ofrecer la mejor resistencia posible al viento. Cuando la racha era muy fuerte nos poníamos de rodillas e incluso a cuatro patas. En pocos minutos el viento empezó a divertirse con nosotros, como si fuéramos muñecos de trapo con los que jugar a su antojo. Rápidamente comprendí que estábamos en un huracán, vientos capaces de levantar a una persona el aire, lo que supone velocidades en torno a 120-140km/h.
Juan Diego Amador.
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