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La ‘Viola guaxarensis’ solo se encuentra en dos montañas de la isla: Guajara y Topo de la Grieta

Los investigadores Manuel Marrero Gómez, José Luis Martín Esquivel, José Ramón Docoito Díaz y Manuel Suárez Izquierdo son los responsables del descubrimiento para la ciencia de una nueva especie de violeta en el Parque Nacional del Teide, la Viola guaxarensis, un endemismo tinerfeño que sólo se ha encontrado en dos montañas a más de 2.300 metros sobre el nivel del mar: Guajara y Topo de la Grieta. Se calcula que sólo existen alrededor de 3.000 ejemplares de esta planta única, que ya ha comenzado a cultivarse en el vivero del parque nacional, en El Portillo, para garantizar su conservación futura.

La pandemia del coronavirus ha dejado sin el protagonismo merecido a este hallazgo botánico que Marrero, Esquivel, Docoito y Suárez concluyeron a finales de febrero de 2020. Su investigación se publicó en abril del año pasado, en pleno confinamiento por el Covid-19, en la prestigiosa revista alemana Willdenowia. El 30 de diciembre de 2020, el geógrafo, naturalista y periodista César-Javier Palacios se hizo eco del descubrimiento en su blog La crónica verde, pero la Viola guaxarensis ha seguido siendo una gran desconocida para la mayoría.

En su artículo científico, los citados autores recuerdan que en Canarias existen ocho especies de plantas del género Viola, de las que sólo dos habitaban en ecosistemas de alta montaña como el Parque Nacional del Teide. Se trata de la Viola cheiranthifolia o violeta del Teide, y la Viola palmensisson o violeta de La Palma, que se considera que son los parientes más cercanos de la nueva Viola guaxarensis. La violeta del Teide es endémica de la isla de Tenerife y crece sólo en el Parque Nacional del Teide, entre 2.200 y 3.700 metros sobre el nivel del mar. La violeta palmera también es endémica de La Palma y vive en las zonas más altas del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente y su entorno, entre 1.800 y 2.400 metros sobre el nivel del mar.

Las dos poblaciones de esta nueva especie se ubican fuera de la caldera de Las Cañadas y la mayor está a unos a 2.600 metros sobre el nivel del mar, en montaña Guajara. Los investigadores, que son personal del Parque Nacional del Teide, señalan que esta población se conoce desde las décadas de los 70 y 80 del siglo XX y, aunque fue evaluada por otros autores, no fue entonces “objeto de un análisis taxonómico detallado”, por lo que se pensó que se trataba de la conocida violeta del Teide.

Estudios genéticos realizados en 2019 ya señalaron “diferencias importantes entre las poblaciones de dentro de la caldera de Las Cañadas respecto a las que están fuera, en montaña Guajara y Topo de la Grieta”. Debido a la peculiaridad de estas poblaciones y a la presión de los herbívoros introducidos (conejos y muflones), el Parque Nacional del Teide colocó vallado para cerrar y proteger la población de Guajara e inició “un intenso y permanente seguimiento” que propició que Marrero, Esquivel, Docoito y Suárez observaran “marcadas diferencias morfológicas entre los ejemplares de Guajara-Topo de la Grieta y los del volcán Teide-Pico Viejo”. De aquellos estudios genéticos y las posteriores observaciones surgió el convencimiento de que las cumbres de Tenerife albergaban una nueva especie: la Viola guaxarensis.

En el artículo publicado en Willdenowia se subraya que la nueva especie se diferencia de Viola cheiranthifolia por “su mayor tamaño, hojas más largas y anchas, estípulas externas de 2 ó 3 sectas con lóbulo principal hasta un cuarto de la longitud de las hojas, pedúnculos más largos, brácteos pedúnculos violetas y levemente hastados, apéndices sépalos sinuatecrenados con tonos violáceos y glabros estimular”. Para el común de los mortales, José Luis Martín Esquivel señala que la nueva violeta presenta ejemplares más grandes y frondosos que la violeta del Teide. Respecto a la Viola palmensis, las diferencias se centran en que tiene “hojas más cortas, anchas y no falcadas con pecíolo que nunca alcanza el largo de la lámina, estípulas más cortas, bractéolas pedúnculo levemente hastadas y espolón glabro más corto y más ancho”.

Sus descubridores la describen como una “hierba perenne que forma cojines con un período de hibernación claro, con hasta 20 centímetros de altura por 50 centímetros de diámetro”. Florece de febrero a junio o julio y se espera que, tras la última nevada, muy pronto se puedan ver de nuevo sus flores en los límites del gran circo de Las Cañadas.

Este grupo de investigadores pone el acento en que esta violeta solo existe, al menos que se conozca en la actualidad, “en dos zonas muy concretas de alta montaña de Tenerife: cerca de la cima de montaña Guajara, a unos 2.600 metros de altitud, donde hay casi 3.000 individuos, y a unos tres kilómetros de distancia, en Topo de la Grieta, a unos 2.300 metros de altitud, donde se han encontrado solo unas pocas docenas”. La escasa distribución y su limitado número llevan a estos científicos a plantear que se debería considerar una especie “en peligro crítico de extinción”, según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

El hábitat de estas violetas de Guajara, que llevan en su nombre científico la referencia a la montaña que es su refugio principal, está formado por “pendientes bajas o moderadas, con sustratos ácidos y rocosos, a veces mezclados con piedra pómez”. Son ambientes “sujetos a vientos relativamente fuertes y frecuentes heladas invernales”. La vegetación en ambos sitios está dominada por “una comunidad baja mixta de arbustos y cojines”, donde son comunes otros endemismos canarios.

Marrero, Esquivel, Docoito y Suárez descartan que la nueva especie sea “una hibridación entre Viola palmensis y Viola cheiranthifolia, o una separación taxonómica a nivel subespecífico” debido a que la nueva violeta “tiene una distribución geográfica más alejada de la violeta de La Palma (100 kilómetros) que de la violeta del Teide (6 kilómetros), por lo que la distancia es un obstáculo importante para esa hibridación”. Concluyen que considerar a la Viola guaxarensis como una nueva especie es la opción más acertada para “interpretar la historia evolutiva de las violetas de alta montaña en Tenerife y La Palma”.

Las principales amenazas

La distribución de la Viola guaxarensis en la cima de una montaña alta (2.718 metros) la hace “extremadamente sensible al cambio climático”, según advierten sus descubridores. El calentamiento en la zona ha sido notable en los últimos años y recuerdan que “muchas especies responden al calentamiento expandiendo su distribución a altitudes progresivamente más altas”, y con temperaturas más bajas, “ pero las que habitan en las cumbres de las montañas no tienen adónde ir, por lo que se encuentran entre las más vulnerables al cambio climático”. Sin embargo, la principal amenaza para su conservación es la presencia de dos herbívoros exóticos: los muflones y los conejos.

La población más importante de esta planta se encuentra dentro de una zona vallada para la exclusión de herbívoros, pero su presencia en el exterior impide la expansión más allá de esos límites. Estos investigadores han comprobado que “la mayoría de los especímenes que sobreviven crecen dentro de arbustos de Adenocarpus, que los protegen de los herbívoros, debido a su densidad y baja palatabilidad. Fuera de las exclusiones, donde el Adenocarpus es escaso o ausente, crecen menos Viola guaxarensis que en lugares donde el Adenocarpus es común”. La ausencia de exclusiones en Topo de la Grieta se considera la razón principal del reducido número de individuos y sugiere “una alta probabilidad de desaparición inminente”.

Para evitar que esta nueva especie pase a la historia recién descubierta, el personal del Parque Nacional del Teide, que depende del Cabildo de Tenerife, ya trabaja en el cultivo de la Viola guaxarensis en el vivero de El Portillo, donde han descubierto que una de las claves para garantizar su supervivencia es no dañar las raíces. Los expertos se encargan ahora de depurar la técnica para evitar que se pierdan ejemplares. La planta emite muchas raíces desde que germina y el paso del semillero a la maceta resulta crítico. La raíz sufre en ese proceso y desde que se parte, “la planta ya no sale adelante”. El segundo paso crítico es el trasplante en campo, así que se ha empezado a experimentar con macetas elaboradas con material biodegradable para aumentar la supervivencia.

La primera después de Humboldt

José Luis Martín Esquivel ha descrito a lo largo de su carrera una docena de nuevas especies para la ciencia, pero reconoce que “pocas me producen tanta satisfacción como la nueva Viola guaxarensis”. El 28 de febrero de 2020, cuando cerró su investigación junto a otros compañeros, compartía en Facebook el origen de este sentimiento: “Será por el placer de investigar junto a mis compañeros Manuel Marrero, Manolo Suárez y José Ramón o, quizás, sea simplemente porque es una planta de grácil belleza adaptada a vivir por encima de las nubes. A esto debo añadir que la violeta me recuerda a mi admirado Alexander von Humboldt, que recorrió Canarias y América espoleado por la curiosidad, persiguiendo su ideal de la ciencia completa. Desde que a principios del siglo XIX, Humboldt y Bonpland describieran la primera violeta del Teide, no se había citado otra en el Teide”.

Fuente: eldia.es

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