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Presentamos un nuevo análisis de accidente en una actividad organizada por un grupo de «amigos» en redes sociales, que en realidad no se conocían en persona. El error en la percepción del riesgo se unió en este caso a la falta de vínculo afectivo entre los miembros del grupo.

Un día soleado entre semana de febrero sobre las 9:00 de la mañana, quedé con un grupo de senderistas, de entre los 25 y 30 años de edad, que contactamos por Facebook a los que no conocía personalmente, ni entre ellos tampoco. El itinerario recorría un sendero marcado con una parte por un cañón bastante cerrado y abrupto. El recorrido era circular, de unos doce kilómetros de distancia por sendas sencillas de firme homogéneo, excepto la parte que transitaba por dentro del cañón, que era una zona de muchas piedras, resaltes y pozas con agua que había que ir evitando.

La actividad dio comienzo sobre las 10:00 a.m. El grupo avanzaba a un ritmo rápido y, poco a poco, una de las integrantes se iba quedando retrasada, llegó a un momento que perdió de vista al grupo.

Uno de los senderistas que iba en cabeza, al ver que faltaba uno del grupo, avisó al resto del grupo para que aminorara la marcha y esperaran. El grupo paró unos segundos hasta que vio a la rezagada aparecer por la retaguardia del grupo, claramente se observaba que tenía una condición física muy justa para un sendero de este calibre en comparación con el resto. Pero el resto del grupo, lejos de aminorar la marcha para no perder a la compañera, continuó enseguida sin bajar el ritmo inicial cada vez que esta les alcanzaba en cada aparada.

Debido a que el grupo no adoptó una velocidad más lenta y adecuada a la compañera más débil del grupo, se veía obligada a forzar la marcha y fatigarse en demasía para no quedar excesivamente descolgada y perder al grupo. Tenía miedo de quedarse sola en un lugar de montaña que no conocía y que nunca se hubiera atrevido a ir si no hubiera sido porque iba con gente que conocía el lugar.

A las dos horas del inicio del sendero, sobre las 12:00 a.m., más o menos en la mitad del recorrido, dentro del cañón donde el firme requería máxima atención y destreza física, la rezagada al dar un salto para pasar un resalte se hizo mucho daño en el tobillo y cayó al suelo.

Esta quedó claramente impedida para caminar. Al hacer una primera exploración de la lesión, se observaba una inflamación que le provocaba mucho dolor, impidiendo que apoyara el pie en el suelo.

Un miembro del grupo le advierte a la accidentada que si no está federada tendrá que pagar el rescate. Ella se pone nerviosa y nos pide por favor que la transportemos a horcajadas o “como sea”, se pone a llorar y nos dice que no tiene dinero para pagar eso. Entra en un estado de ansiedad, el resto de grupo se pone nervioso y parte de ellos dice que quiere irse. Una de las componentes tranquiliza a la accidentada diciéndole que ella se quedaría con ella, que no se iba a quedar sola y que no tenía que pagar nada. El caos surge.

El resto del grupo por diferentes motivos (excusas), deciden marcharse después de unos veinte minutos de discusión sobre quién debía quedarse. El organizador del grupo que propuso la actividad se va a buscar cobertura y a dar el aviso, ya que no había en el lugar del accidente. El resto del grupo decide irse junto con el organizador, pues a nadie más le venía bien quedarse. Al final con la accidentada se quedan dos personas que piden ropa y agua al resto del grupo antes de irse.

Sobre las 16:00h llegan los bomberos, protección civil con un médico y la guardia civil rural del pueblo más cercano. Pero, una vez en el lugar, los bomberos deciden que es necesaria la evacuación por helicóptero.

El organizador vuelve al sitio del accidente al mismo tiempo que llega el helicóptero, pues se siente responsable y quiere estar junto con la accidentada. En el hospital le diagnosticaron fractura de peroné.

Análisis causal del accidente por parte del comité

Las redes sociales son canales de relaciones entre personas y nadie escapa a su atracción porque nuestra prioridad en la vida es relacionarnos con otros. Dicho esto, y con la certeza de afirmar que el nuevo universo social es más virtual que real, amplificado por las redes de comunicación, podemos decir que en muchos casos es difícil diferenciar la realidad física de la virtual.

Es tal el mimetismo de estos universos, físico y virtual, que no diferenciamos cuando tratamos con amigos “virtuales” con las mismas aficiones, que con unos amigos con los que hemos compartido vivencias físicas. Estas son imprescindibles para poder tener una información correcta y tomar decisiones tan importantes de con quién compartir una salida de senderismo, barrancos o de escalada.

No olvidemos que estamos hablando de actividades catalogadas de riesgo, no de quedar para ir al cine. Las redes pueden ser positivas utilizándolas para ampliar nuestros horizontes de conocimiento o grupos de relación diferentes. Pero todo cambia cuando estamos hablando de quedadas, o primeras citas, para realizar o compartir en grupo un deporte que, en menor o mayor grado, se realiza con un rango mayor o menor de incertidumbre, y donde compartir un mal momento no es baladí. Y es aquí donde está el límite de su utilización, todo no vale, quedar para compartir con unos conocidos virtuales, pero desconocidos físicos, para hacer un sendero no es razonable.

Es evidente que la reflexión es muy sencilla y obvia, y si fuéramos puramente racionales, conscientes de la situación, no habría duda en qué hacer y no hacer en este supuesto, la intuición nos diría “es una irresponsabilidad quedar de esta manera”, pero la toma de decisiones es una mezcla de razón, emoción y autocomplacencia, y cuando estas últimas vencen estas situaciones son posibles.

En este caso, diez personas de entre 25 y 35 años, sin dudarlo aceptan la propuesta. Hay algo que les mueve a tomar la decisión de quedar sin pensar que es una decisión incorrecta. ¿Qué puede llevarnos a quedar a hacer un sendero desconocido de estas características con un grupo de diez personas que no conocemos de nada? ¿Qué puede hacer que nos pongamos en manos de un organizador-guía virtual que pone un anuncio en el grupo?

Claramente hay algo que no nos deja medir con exactitud el riesgo que estamos asumiendo, hay un fallo de percepción de riesgo, en este caso percibimos menos riesgo del que verdaderamente vamos a asumir. Y, viendo cuando se ofrece la actividad, un día entre semana, donde es muy difícil poder encontrar compañeros para salir a la montaña, es una razón oculta en nuestra mente que influye en la decisión. Nuestra cognición lo analiza como relación de oportunidad-recompensa. El sesgo de escasez influye en nuestra decisión, es decir el miedo a arrepentirse en el futuro, aparece como prioritaria la idea de “qué pocas oportunidades de poder quedar con grupos de senderistas entre semana”, a la de “qué poco razonable quedar a practicar senderismo con desconocidos” y vemos el momento, como nuestro día de suerte y hay que aprovecharla, se anula la valoración de los peligros objetivos al mínimo.

Pero un accidente nos trae la realidad de forma trágica. Los expertos en emergencias tienen claro que la parte más importante para resolver con solvencia un accidente o incidente durante una actividad de montaña es la aparición de un líder, y que este ejerza correctamente el liderazgo.

En este caso el liderazgo falla desde el momento en que el organizador virtual no tiene, o eso cree, ninguna responsabilidad o vínculo emocional; simplemente se considera un senderista más que conoce el itinerario. Estamos ante una quedada de “amigos” que no se conocen personalmente, una frase contradictoria hace veinte años.

El organizador virtual, como vemos en el relato, no es capaz ni de adecuar el ritmo de la marcha al que tiene menos condición física, no es capaz de tener en cuenta que el fatigar demasiado a alguien del grupo reduce las habilidades en terreno complejo, lo que puede llevar a un desenlace como en este caso, una torcedura en lugar pedregoso al no aminorar la marcha.

Ante la pregunta, ¿Por qué el resto del grupo no aminora la marcha?, la respuesta está en que se trata de un día entre semana cuando las personas de estas edades tienen obligaciones con familiares, o turnos de trabajo, que te lleva a ajustar sus salidas y donde no le viene bien a nadie aminorar porque llega tarde a sus citas. Los fines de semana son días libres normalmente, y la presión del tiempo es menor. Lo mismo pasó con la decisión de la mayoría del grupo de no querer apoyar a la lesionada. Pero por supuesto, todo esto acompañado de falta de vínculo afectivo por tratarse de un grupo circunstancial donde nadie se conocía.

También es impresionante, la “escampada” del grupo cuando ante un accidente de una de las senderistas prácticamente nadie quiere quedarse, todos quieren irse, lo que demuestra una falta de cohesión y responsabilidad recíproca entre los integrantes del grupo. Algo que roza el límite de la denegación de auxilio.

Lo de la vuelta del “organizador” de la actividad, a última hora antes de ser evacuada la accidentada, es curioso, pero la responsabilidad (la conciencia) le hizo volver. Y valga esto para decir que un organizador de una actividad es responsable jurídicamente y no está exento de sus responsabilidades por muy benévolo que sea, o por mucho que se esfuerce en dejar por escrito que cada uno es responsable de estar allí.

Agradecimiento

Nuestro más sincero agradecimiento a nuestros protagonistas por su exhaustivo, riguroso y completo análisis de los hechos. Igualmente, gracias por las recomendaciones sugeridas. Con toda seguridad estas aportaciones evitarán que hechos similares vuelvan a producirse en el futuro.

Pon Atención

Esto es un análisis de un caso que te puede ayudar a ver defectos en tu toma de decisiones, en esta y otras actividades de montaña. Nadie está libre de accidentes por muy experto que sea, pero igualmente todos somos libres de tomar decisiones más seguras.

– Comité de Seguridad FEDME

Fuente: desnivel.com

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