La proliferación de ciclistas y moteros en las veredas rurales dispara las quejas ante Medio Ambiente | Está prohibido transitar por los espacios naturales protegidos
Circular en bicicleta o en moto está prohibido en un 90% de la red de senderos de Gran Canaria, aún más si se encuentran en espacios naturales protegidos, pero son centenares los ciclistas y motoristas que recorren esos caminos cada fin de semana e incluso realizan carreras ante el asombro de los caminantes, a lo que apenas les da tiempo de apartarse para no ser arrollados. Lo hacen a cualquier hora del día y no se esconden. Es más, exhiben sus peripecias en las redes sociales porque una infracción, si no se difunde, no tiene valor.
Las denuncias de los senderistas por estas prácticas son antiguas, pero se han incrementado en los últimos años por la fiebre de salir a caminar por las rutas que se han puesto de moda, según reconocen la consejera de Medio Ambiente del Cabildo, Inés Jiménez, y el director general de ese departamento, Manuel Amador, quienes recuerdan que los senderos de la isla son para los caminantes, al igual que las aceras de las ciudades son para los peatones.
Normativas
Juan Manuel Rodríguez, veterano senderista y presidente del Club Deportivo Confite, es testigo casi a diario de las infracciones en la red de caminos de la Isla y asegura que hasta fue agredido en una ocasión por llamar la atención a unos motoristas que se estaban saltando “todas las normativas medioambientales” y las “mínimas reglas del sentido común”.
Confite organiza rutas guiadas por senderos de toda la isla y constata que los ciclistas y motoristas incumplen las normativas en la práctica totalidad de los 33 espacios naturales protegidos de Gran Canaria, incluidos algunos territorios tan frágiles como el borde de la Caldera de Bandama o las montañas de La Isleta y Las Coloradas.
La convivencia entre los caminantes y los aficionados a la bicicleta de montaña o el moto-cross se ha complicado en el último año porque salir al campo ha sido, para unos y otros, una válvula de escape ante las restricciones de la pandemia de coronavirus.
Lugares como el Barranco de Los Cernícalos, Azuaje, la Charca de las Palomas o el Charco Azul del Risco de Agaete se han puesto de moda y cada sábado y domingo se llenan de visitantes.
La consejera Inés Jiménez comenta que las quejas por malos comportamientos en esos parajes naturales son de todo tipo, desde dejar allí la basura a dañar a los árboles y las rocas con pintura, pero de las más frecuentes son precisamente por el deterioro que causan los ciclistas y motoristas en los caminos reales.
El presidente de Confite añade que “da igual que el sendero esté cerca de las ciudades o en lugares tan alejados como el Pinar de Inagua o Tasartico”, pues a su juicio “hay poca información sobre la normativa y prácticamente nadie vigilando y sancionando a los infractores”.
Los responsables del Medio Ambiente del Cabildo reconocen que hay pocos agentes para controlar tanto territorio y, además de imponer el buen uso de los senderos en espacios protegidos, tienen encomendadas otras muchas misiones, como la vigilancia de los incendios forestales o la gestión de las numerosas áreas recreativas del Cabildo.
Para poder imponer sanciones hay que localizar e identificar in fraganti a esas personas, lo que no es sencillo en el caso de las motos porque los pilotos van con casco y huyen al verse observados. “Yo acostumbro a caminar con un sombrero verde oscuro y al verme de lejos se dan la vuelta porque deben pensar que soy un agente del Seprona”, comenta Rodríguez.
Si en el caso del motocross está meridianamente asumido por la población que solo se puede circular por pistas de tierra, nunca por la red de senderos ni campo a través, hay más desinformación sobre la normativa referente a las bicicletas de montaña, de ahí que los ciclistas se mezclen con los senderistas sin ningún temor a ser multados e incluso organicen excursiones conjuntas.
Desniveles
Por ejemplo, en las cuerdas colocadas en el barranco de Azuaje para que los caminantes se ayuden a la hora de superar los grandes desniveles del terreno, también se han visto personas con la bicicleta al hombro para completar el itinerario.
Además del desconocimiento, sostiene Amador, está “la mala fe” de algunos de los practicantes, que destrozan las señales de prohibido colocadas en los caminos o las cambian de sitio, cuando no las tiran barranco abajo para que no se puedan recuperar.
El director de Medio Ambiente explica que no todos los caminos de los espacios protegidos están prohíbidos, pero sí alrededor del 90% por estar destinados únicamente al senderismo. “Son las veredas que hasta no hace muchas décadas utilizaba la gente del campo para ir de un pueblo a otro; por tanto, se han recuperado y señalizado para que caminen las personas, no son pistas de carreras”, puntualiza Manuel Amador, quien recuerda que hay pistas autorizadas y acondicionadas expresamente para bicicletas, como la del barranco del Guiniguada, muy transitada porque la anchura de la pista de tierra ofrece comodidad a senderistas y ciclistas.
Lo contrario ocurre en los estrechos caminos de la cumbre, donde se ha comprobado que algunas especies de aves sufren daños provocados por las motos. “Si tienen los nidos cerca de uno de esos senderos y oyen el ruido de una moto, huyen durante un tiempo y vuelven, pero sí ese ruido se repite cada cierto tiempo, las aves se estresan y buscan otro lugar más seguro, abandonando los huevos e incluso a las crías”, resalta.
Las derrapadas de motos y bicicletas en las curvas de un sendero también suponen un perjuicio para la flora, pues pueden lanzar piedras o tierra contra plantas recién plantadas en las orillas o arrancarlas directamente.
Estos daños a los caminantes y al medio ambiente son grabados por los practicantes, se intuye que de forma inocente y con desconocimiento de las normas, y luego se muestran en las redes sociales. En uno de ellos, de los cientos que se pueden encontrar en internet, un grupo de ciclistas explica a cara descubierta la ruta que va a realizar, desde las cercanías del Pico de las Nieves hasta La Lechucilla de San Mateo, y luego se lanza a toda velocidad por ese camino real con la cámara de vídeo acoplada al caso. Cuando se encuentran con excursionistas de frente, son estos últimos los que tienen que apartarse del camino para no ser arrollados por la hilera de ciclistas, que no hacen ningún gesto de parar.
“Algunos de esos vídeos dan escalofríos, por ellos y por nosotros, porque un resbalón en una ladera o junto a un precipicio puede acabar en una desgracia”, alerta el presidente de Confite, que reclama más vigilancia y unos reglamentos que permitan denunciar y sancionar a los infractores.
Información
Una de las alternativas que se plantean, y que ya existen en otras islas, es crear rutas o circuitos para este tipo de actividades al aire libre. Según Rodríguez, de sus encontronazos en los caminos, son los propios ciclistas los que proponen esa fórmula, que se les aclare por qué sitios pueden transitar. Ya existe una pista de esas características en Ayagaures, preparada por el Cabildo, pero es poco utilizada.
Inés Jiménez y Manuel Amador coinciden en que las personas que piden información son después muy respetuosas con las indicaciones, por eso desde el Cabildo se está trabajando en la publicación de una guía con los itinerarios que se pueden realizar en la isla y las normas que rigen en cada una de ellas. Mientras tanto, Amador insiste a la ciudadanía en el ejemplo de que los senderos rurales son como los aceras de las ciudades, “y a nadie se le ocurre correr en moto por la acera de su calle”.